Gracias a la organización de los obreros mediante los
sindicatos se han alcanzado numerosos logros en las condiciones de trabajo.
Salario, descansos, permisos, vacaciones, jubilación, seguridad social...
Pero, hoy en día estamos asistiendo a un ataque desde
algunos sectores a las organizaciones sindicales: que si no representan a los
trabajadores, si viven de subvenciones
públicas, si sólo piensan en los intereses de unos pocos…
A continuación os muestro unos vídeos sobre los
sindicatos. El primero elaborado por la “Australian Council of Trade Unión” y
adaptado por UGT: ¿Para qué sirven los sindicatos?
El segundo “Mentiras y verdades sobre los sindicatos” ha
sido elaborado por la federación de industria de CCOO.
El tercero es un fragmento de la entrevista que Ana
Pastor le hizo a Rosell (presindente de la CEOE), cuando aún era presentadora
de los Desayunos de RTVE.
Como siempre espero vuestros comentarios, con una actitud
crítica.
Joaquín Lorente es uno de los mejores publicistas del mundo y en su libro:"Piensa es Gratis" nos aporta 84 principios prácticos para potenciar nuestro talento y nuestras posibilidades de crecer en el mundo empresarial y laboral.
El principio nº55 establece: ¿Cuántas veces le has propuesto a tu jefe una mejora concreta para la empresa?.
En él, propone que meditemos sobre propuestas de mejora que le podamos hacer a nuestros jefes sin que ellos lo hayan pedido.
Una vez que tengamos la idea, debemos plasmarla por escrito, de manerasencilla y breve (problema, solución y beneficio para la empresa). Es muy importante hacerlo por escrito porque las palabras se las puede llevar el viento o se las pueden apropiar otros.
Fianlmente, un día que haya calma, entras en el despacho del jefe y le dices que quieres hablar de un tema importante (pensará que le llegas con un problema); y entonces se lo cuentas y le dejas una copia(muy breve, mejor uno que dos folios), demostrando que te preocupas por la empresa.
Recuerda que los únicos que te pueden hacer ascender son tus jefes y que cuánto más importante es una persona, más sóla se siente.
Aconseja Joaquín que si a la 3ª propuesta buena no te hacen caso, empieces a pensar en irte a trabajar a la competencia.
Leía
ayer en El País un artículo: “Trabajadores
de usar y tirar”. En él se ponía de manifiesto como cada vez es más
frecuente, en nuestro país, encontrar trabajadores que son explotados
laboralmente, pero que no quieren denunciar su situación por miedo a perder
sus precarios empleos.
He
seleccionado algunas de las situaciones descritas:
Niñera en La Moraleja por 400 euros
J.
es dominicana y lleva 24 años en España. Vive en una casa sin luz ni gas por
falta de pago. Gracias al apoyo de laPlataforma de Afectados por la
Hipoteca,consiguió
paralizar su desahucio el pasado mes de octubre. Poco antes de navidades, un
día, al salir de la iglesia, una mujer le dijo que sabía de una oferta de
trabajo y le facilitó un número de teléfono. La empleadora era una habitante de
la exclusiva urbanización de La
Moraleja, a las afueras de Madrid.
J.
llamó. La oferta consistía en cuidar a un niño de siete años, desde las 15.00 a las 00.30 (el
último autobús de La Moraleja
al centro de Madrid, cuenta J., sale a las 23.30), seis días a la semana. La
empleadora le ofrecía librar un día por semana; pero aleatoriamente; no un día
fijo, cada semana, uno distinto. La retribución: 400 euros al mes. “Esa mujer
se estaba aprovechando de la situación de desesperación en que nos encontramos
muchas personas extranjeras sin papeles”, cuenta J. bajo la carpa instalada
frente a las oficinas centrales de Bankia en Madrid. “Si vive en La Moraleja, es porque gana
bien”.
Tal
es la necesidad de ingresos de J. que, a pesar de aceptar que el trabajo le
suponía no poder cuidar por las tardes a su hija de 13 años, le dijo que le
parecía muy poco dinero y que debería pagarle al menos 500 euros. “La mujer,
enfadada, me colgó”.
Las 14 horas del cocinero
Jesús
Portillo lleva 30 años trabajando en la hostelería, desde los 16. Le han hecho
perrerías de todos los colores. De entre las recientes, la más sangrante que
recuerda fue la oferta que le hicieron en la franquicia de una conocida cadena
de bares de tapas. El dueño estaba a punto de abrir un nuevo establecimiento de
esta franquicia y necesitaba cocinero. Portillo se presentó a la entrevista de
trabajo. Le ofrecían 600 euros al mes por una jornada de entre 12 y 14 horas.
Le harían un contrato de media jornada, cuatro horas al día. Más adelante, si
la cosa iba bien, renegociarían condiciones, le dijeron.
Para
incorporarse a la cadena tenía que seguir un cursillo en uno de los
establecimientos de la cadena sito en Cornellà de Llobregat. Allí vivió uno de
los procesos de selección más abusivos que recuerda.
“El curso
era, básicamente, trabajar gratis tres días en el establecimiento”, recuerda.
Quince personas se presentaron al presunto curso de formación. La jefa no
paraba de chillar a los candidatos que empezaban a empanar y freír tapas. Cinco
candidatos se fueron a la media hora, hartos de recibir gritos. A la hora
empezaron a llegar clientes. “Más deprisa, más deprisa”, apremiaba la capataz.
Tres chicas con poca experiencia abandonaron, hartas de recibir insultos. Para
cuando el bar estaba lleno, de los 15 ya solo quedaban cuatro. De ellos, tres,
entre los que se encontraba Jesús Portillo, abandonaron antes de acabar el día.
“Pero esta vez fuimos nosotros los que insultamos a la dueña”.
Al
día siguiente, el propietario de la nueva franquicia se disculpó ante Portillo
y le dijo que las cosas no funcionarían así en su local. El primer día trabajó
14 horas. Al final de la jornada, el propietario le pagó 20 euros, la parte proporcional
correspondiente a su contrato de 600 euros: 20 euros por 14 horas de trabajo.
Por
jornadas como las que le proponían, dice, se deberían pagar entre 1.200 y 1.300
euros; no 600. “Eso no es explotación, eso se llama esclavismo”, manifiesta,
indignado, por teléfono.
Jesús
Portillo lleva siete meses sin cobrar un euro y dos años en paro. Su mujer, que
trabajaba en un ambulatorio, también está desempleada. La semana pasada le
ofrecieron un trabajo en el que le pagaban 1.300 euros al mes, sí; pero por 18
horas de trabajo; de siete de la mañana a una de la madrugada; seis días a la
semana, de lunes a sábado. Conoce a un chico ecuatoriano de su barrio, Nou
Barris (Barcelona), que acepta cobrar 300 euros al mes por trabajar como
camarero la jornada laboral entera. “Esta es la realidad laboral que vivimos:
explotación, humillación, mafia, extorsión”.
El guardia de seguridad que no ha cobrado en seis meses
Manuel
Chicharro tiene 50 años y ya no aguanta más. Es guarda de seguridad desde 1988
y ha visto de todo: compañeros en empresas de seguridad que recibían cuatro
euros por hora; gente trabajando sin contrato... En el puesto que ocupó hace
unos años en un conocido museo de Madrid, recuerda, se tenía que llevar a su
hijo durante su turno porque no le permitían librar el fin de semana (algo a lo
que tenía derecho por ley; está separado). Pero nada comparado con quedarse sin
cobrar durante seis meses consecutivos.
Manuel
está hundido. Va camino de siete meses sin ingresar un euro, sin poder pasar la
pensión de 400 euros a su exmujer, siete meses viviendo de lo que ingresa su
compañera. “El drama es que no hay cobertura para el obrero”, dice cerca de una
oficina del INEM en Alcorcón, a las afueras de Madrid. “Y las instituciones
colaboran en este proceso que no hace otra cosa que hundir a las personas”. Su
caso es extremo, refleja la indefensión de un trabajador cuando su empresa
quiebra. Refleja esa era del trabajador de usar y tirar.
Numerosos
empleados de ESABE vivieron una auténtica pesadilla los últimos seis meses de
2012: “Imagina lo que es no cobrar, mes a mes, durante cinco meses, pero tener
que ir a trabajar cada día porque si no te despiden”. Manuel aguantaba,
esperando a ser nuevamente subrogado a otra empresa.
Pero
no fue así, a diferencia de lo que ocurrió con el resto de sus compañeros, que
fueron integrados en Prosegur. A pesar de tener 12 años de antigüedad en la
anterior empresa, necesitaba haber trabajado siete meses en ESABE para poder
ser subrogado de nuevo, explica. Le faltaban 25 días para llegar a esos siete
meses. Ahora, ni cobra lo que le deben ni trabaja, ni tiene opción. Por ahora,
a cobrar el paro.
“Las
Administraciones públicas recurren a empresas que les salen baratas, pero lo
barato sale caro”, dice, indignado. Cita su caso, y el de Madrid Arena. “Ya no
se contrata a profesionales de la seguridad, se va a lo barato y luego pasa lo
que pasa”. Dice que en las Administraciones públicas contratan a empresas de seguridad
para que hagan el trabajo que los policías municipales o los fijos de plantilla
no quieren hacer: “Nos tienen de porteros, de conserjes, y todo para que la
gente, que muchas veces nos pide que fichemos por ellos, pueda escaquearse de
sus puestos”.
Pagar por un proceso de selección
El
caso de R., mujer de 34 años, no es de explotación laboral. Más bien, ilustra
de lo que son capaces algunos a la hora de aprovecharse de la necesidad de
tener un trabajo.
El
año pasado, en mayo, vio una oferta en la página de la web Infojobs. Se
inscribió. La empresa pedía que entregara el currículo en mano en unas
oficinas. Para allá que se fue.
Al
llegar a las dependencias de la empresa, situadas en un polígono entre Aldaia y
Torrent (Valencia), vio que a la entrada no había ningún cartel. “Me pareció
raro”. Entró en la nave y vio a seis chicas esperando. De un pequeño despacho
salió una mujer que le entregó un formulario. En él se señalaba la fecha de
inicio del proceso de selección: el 25 de junio. Para poder participar había
que abonar 50 euros. “¡Pagar por un proceso de selección! Salí muy enfadada,
era una tomadura de pelo”.
Como R. no es de quedarse de brazos cruzados,
habló con la policía, con organizaciones de consumidores, con la Consejería de Empleo de
la Generalitat
valenciana, y con Infojobs, que no tardó en retirar el anuncio. “No hubo
proceso de selección el 25 de junio”, concluye.
En julio recibió una carta de
la empresa: le comunicaban que había sido descartada en el proceso de selección.